Historia de la ciudad
Juntos corrieron riendo y gritando desde la esquina de la calle y saltaron sobre un gran charco y entraron en las puertas delanteras del parque. Como niños salvajes, corrían por los senderos de grava, serpenteando entre los grandes árboles coníferos. La lluvia cae con tanta fuerza que es imposible pretender que podrías llegar a casa seco, por lo que juguetonamente pateas el agua de un charco y observas cómo el chorro de agua desaparece en las gotas que caen. A unas cuadras de distancia, el tráfico continúa. Pero en este parque, estás protegido.